El ultimo adiós.

Hoy les contare la historia de una mujer atormentada en sus múltiples recuerdos, y que a sus 50 años decide decir adiós por última vez.

Cuenta que conoció a un hombre a sus 25 años, ambos tuvieron una relación clandestina  durante algunos años. Ella se enamoró,  que él se haya enamorado no esta tan probable y ni siquiera podría hablar de ello. Ella sólo puede hablar de lo que ella sintió por aquel hombre, sólo sabe que la relación que tuvieron la marco en su vida de una y mil maneras. Un día común y corriente se vieron, se llamaron, chalaron un rato, bromearon y al siguiente día cuando ella lo busco a escondidas, ya no hubo respuesta. Así pasaron los días, las semanas y los meses, ella lo buscaba pero no hubo respuesta alguna de aquel hombre. Al principio sintió dolor, impotencia, decepción, sin embargo con el paso de los días se percató que sentía resignación y cunado ya llevaba cierto numero de meses entendió, que definitivamente estaban en el proceso de olvidarse, ya que ambos sabían perfectamente que estaban destinados a olvidarse.

Ambos en sus encuentros rutinarios entres sus múltiples charlas se asomaba el tema de decir adiós algún día. Ella pensaba que ese día no llegaría nunca ya que siempre que se veían parecían amarse tanto, parecía crecer la complicidad y el cariño, ese amor parecía tan fuerte que no se concebía una separación. A ella le molestaba cada que el hombre sacaba el tema de decir un último adiós. Es más ella creí que él lo sacaba a propósito porque él sabía perfectamente lo que ese tema causaba en ella: le causaba amarlo más ese instante. Ella consideraba que él quería sentirse amado por ella. Ella no podía crees que ese día por fin hubiera llegado, se habían despedido antes tantas veces que ese día que se vieron por última vez ni siquiera dijeron adiós el uno al otro. El desapareció con la luz del alba, así de la nada.

¿Que hizo para sobrevivir?, dice que tenía tantas cosas y tantas responsabilidades en su vida diaria que le impedían pensar demasiado en él, claro siempre se daba la oportunidad de preguntarse ¿en dónde estaría y ¿cómo estaría? pero esa pregunta la generaba en un pensamiento que duraba un segundo, porque inmediatamente tenía que ocuparse de resolver muchas cosas importantes en su vida. Así pasaban los días, hasta que un día callo en cuenta que ya no esperaba en él, que ya no esperaba que la buscara, que llegara a casa a tocar la puerta una noche oscura de esas que no hay luna para que nadie vea cuando entraba. Un día callo en cuenta que ya no pensaba en él, así que comprendió que todo estaba bien, lo que si es que dijo para sus adentros “si entiendo lo que pasa hoy, pero guardo la esperanza de volver a verlo”, y así pasaron los años y la vida.

Hace poco me hablo para platicar con ella y me quería contar solo ese evento de su vida, el resquicio que guardaba por más de 25 años y que no la dejaba vivir en paz. Empezó hablándome sobre lo cansada que se sentía ese día, era su cumpleaños número 50 y sentía que la vida ya estaba terminando. Me hablo sobre aquel hombre, sobre su amor, y termino confesándome, en la eterna espera que había vivido en esos años, me dijo que no sabía si aun vivía, o si él se acordaba de ella, quizá él la había enterrado al siguiente minuto que le beso la frente la última vez que se vieron. Y ella seguía viviendo a través de su delgado recuerdo. No culpaba a nadie, esa fue una decisión que ella había tomado, pero ahora ya con el peso de los años la espera estorba y se hace cansada, es necesario descansar me dijo.

De pronto muestras el café se enfriaba sobre la mesa, puso una caja pequeña y me entrego algunos recuerdos que guardaba, me dijo que ya era tiempo de despojarse de algunas cosas. Las tomo entre sus manos y las observo por última vez, creí que lloraría al observarlas, pero no solo pude imaginarme todo lo que pasaba por su mente al momento de obsérvalas juntas. Ella sabía que desprenderse era lo correcto.  Hablaba con una gran tranquilidad y paz en su alma, su tono de voz era dulce, amable, no sonaba a rencor o tristeza. Yo no podía hablar sólo me dedique a sorber mi café y cuando se terminó, me confeso su última verdad, quiero decirte que nunca tuvimos la oportunidad de despedirnos pero hoy te digo adiós, el adiós que debimos haber dicho hace años juntos. Me entrego las cosas y dijo que cuando saliera me asegurara de que quedaran en la basura. Era tiempo de vivir sin resquicios y vivir los últimos años de su vida ya sin la sombra de él.

Cuando me encontré en la puerta volví la cabeza y le pregunte, ¿por qué no lo hizo antes?, me volteo a ver y me dijo, el amor que yo siento por él es único, es real, es indestructible y mantenerme así me permitió mantenerme a salvo y fiel a ese sentimiento no a la persona. Yo mantenía la esperanza pero sabía perfectamente que jamás lo volvería a ver, esa era la trampa para la tramposa. Hoy a mis 50 años ya no hay peligro, ya nadie asecha, nadie pregunta, nadie se acerca. No dije nada y salí, entendiendo lo que es ser leal.